Desalación en Chile: el camino hacia un futuro hídrico sostenible

“Actualmente la mayor traba legislativa es no contar con una regulación integral que incentive la inversión de capital e impulse el desarrollo de proyectos de desalación y reúso, dándole certezas y tranquilidad tanto a los desarrolladores de proyectos como los usuarios del agua y comunidades vecinas”, explica Carlos Foxley, presidente de la Asociación Chilena de Desalinización -ACADES- que se creó como una respuesta coordinada entre distintas organizaciones para impulsar el desarrollo integral de las industria del reúso y la desalinización.
El Campesino

En medio del desierto chileno, donde el agua es como oro, se desarrolla paso a paso un moderno sistema que apalanca la gran sequía que vivimos: la desalinización, un proceso que transforma el agua de mar en agua dulce.

Se trata de una tecnología sustentable y ya probada con éxito en países como Israel, España y Australia. “Nuestro país es muy vulnerable a los efectos del cambio climático, siendo probablemente el más relevante la sequía. Muchas cuencas necesitan agua urgente y, para subsanar el estrés hídrico, la respuesta puede estar en el océano”, sugiere el presidente de la ACADES, Carlos Foxley. “Por ello, como gremio promovemos medidas de adaptación a través del desarrollo de la desalación de agua de mar y el reúso de aguas residuales, pues son las únicas tecnologías que hoy pueden producir agua fresca, independientemente de si hay lluvias o no, garantizando a futuro la resiliencia hídrica del país”, agrega.

Este sistema puede ser para uso permanente o como sistema de respaldo. “La desalación de agua de mar nos entrega una alternativa de suministro a las aguas continentales que nos permite no sólo despejar los riesgos de racionamiento, sino que también contar con sistemas de respaldo para el abastecimiento de ciudades y comunidades rurales, así como también para actividades mineras, industriales y agrícolas que posibilita su crecimiento y desarrollo en mediano y largo plazo. Es la fuente más segura pues no depende del régimen de precipitaciones”, afirma el presidente de la Asociación.

Entre las ventajas se cuenta su escalabilidad, ya que es una tecnología que puede producir agua fresca a pequeña escala para abastecer comunidades rurales, pequeñas localidades costeras y proyectos inmobiliarios, como también a gran escala para suministrar actividades industriales y mineras y grandes centros urbanos. Y entre las desventajas, dice Foxley, “está el que Chile no cuenta aún con una red de transporte y distribución de agua, lo que obliga a que cada proyecto deba desarrollar la infraestructura de transporte que le permita llevar el agua desde la costa a los distintos centros de consumos, lo que hace que su precio sea más alto que el de otras fuentes, pero su costo siempre será infinitamente menor que el costo de no tener agua”.

EL GRAN POTENCIAL DE CHILE

“El potencial de nuestro país para producir agua mediante esta tecnología es enorme, pues tenemos muchas condiciones muy favorables que otras  geografías carecen. Tenemos más de 4.000 kilómetros de costa, donde los centros urbanos están preferentemente ubicados a no más de 200 kilómetros de distancia. Tenemos un litoral abierto que interactúa con una corriente de Humbolt vigorosa que genera excelentes condiciones para la dilución de salmuera, y tenemos también mucha producción de energía renovable para suministrar el consumo eléctrico de las plantas a bajo costo” recalca Foxley sobre las ventajas comparativas que tenemos como país, afirmando que en Chile ya hay presencia de las mejores empresas tecnológicas del mundo en materia de desalación y reúso, así como un dinámico ecosistema de proveedores y startups locales que prestan servicios e innovan constantemente, además de las capacidades de ingeniería, diseño y construcción de plantas.

Desde la SNA, el presidente Antonio Walker afirma: “Construir desaladoras es otro desafío que como país debiéramos fomentar. Su tecnología es aún cara, pero es una de las opciones más viables para contar con agua actualmente”, y agrega: “El norte de Chile necesita desaladoras multipropósito, especialmente pensando en agua para el consumo humano, para gente que habita el mundo rural. Los agricultores estamos disponibles para concordar una estrategia hídrica que se convierta en política de Estado. La crisis climática llegó para quedarse y como consecuencia de ésta tenemos un déficit de precipitaciones como ningún país en el mundo. ¡Lamentablemente! Pasan los años y nada hacemos para enfrentarla con efectividad”.

DESALADORAS Y MINERÍA

En nuestro país la desalación se ha desarrollado principalmente de la mano de minería, con un 80% de la actual capacidad instalada destinada a ello y el otro 20% al suministro sanitario principalmente de las regiones de Antofagasta y Atacama.

Sin embargo, el que la minería use este tipo de tecnologías abre una puerta para otros usos del agua continental. “Cuando uno habla de que el agua desalada es para la minería, eso es un sí, “pero”… El agua desalada que usa la minería puede permitir la liberación de las aguas continentales que utilizaba antes, las que eventualmente podrían ser destinadas a usos agrícolas u otros”.

“No obstante, el principal desafío para que la desalación sea un aporte al sector agrícola, es que la producción de los cultivos que sean irrigados con agua desalada puedan incorporar el costo de un insumo esencial que, actualmente, para la inmensa mayoría de los agricultores, es gratis. El agua desalada es, sin duda, más cara que el agua continental, aunque es también muchísimo más barata, que no tener agua”, concluye el presidente de ACADES.